Refrey, las máquinas de coser gallegas que nacieron en un astillero
A principios del siglo XIX, la ropa se hacía completamente a mano. Las familias y los fabricantes de ropa cosían los pantalones, camisas, zapatos y vestidos con aguja e hilo, lo que provocaba que el sector textil no avanzase demasiado, hasta que en 1846 Elias Howe lo cambió todo al patentar la primera máquina de coser de la historia. Este invento hizo posible la producción masiva de ropa a gran escala, cambiando la industria para siempre. En 1851, Isaac Merritt Singer, un inventor de Boston, Massachusetts, introdujo en el mercado la primera máquina de coser a escala para uso doméstico. Su patente se publicó el 30 de mayo de 1854 y, aunque las primeras Singer se basaban en el concepto de Howe, más tarde patentaron varias innovaciones que se convirtieron en el estándar de todas las máquinas de coser. Además, en 1856, el socio de Singer, Eduard Clark, comenzó a vender sus máquinas a plazos, provocando una revolución que acabó causando que el negocio fuese creciendo, hasta que, en el año 1858, lanzaron un nuevo modelo más pequeño, ligero y manejable al que llamaron “Family” y que transformó la industria textil mundial. Singer continuó con su crecimiento y expansión, abriendo fábricas en Europa y permitiendo que, hacia el año 1875, su empresa ya fuese valorada en más de 13 millones de dólares, y que hoy en día sea el mayor fabricante de máquinas de coser. Lo que no se imaginaba Isaac Singer era que su negocio llegaría a ser amenazado por unos emprendedores gallegos que lanzarían una máquina revolucionaria desde un lugar insospechado: un astillero. Así nacieron las Refrey.